- Maestro, ¿qué debo hacer para no irritarme? Algunas personas hablan
demasiado, otras son ignorantes, otros indiferentes. Siento odio por
aquéllas que son mentirosas y sufro con aquéllas que calumnian.
- ¡Pues, vive como las flores! Advirtió el maestro.
- ¿Qué es eso de vivir como las flores? - preguntó el discípulo.
- Pon atención a esas flores, continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín. Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos. Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los problemas de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse. Ejercita pues, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera. Esto, es vivir como las flores.
- ¡Pues, vive como las flores! Advirtió el maestro.
- ¿Qué es eso de vivir como las flores? - preguntó el discípulo.
- Pon atención a esas flores, continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín. Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos. Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los problemas de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse. Ejercita pues, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera. Esto, es vivir como las flores.
“Alégrate de haber nacido flor”
La flor no nace para ser hermosa, nace para ser flor. Su belleza es obra
de Dios, para deleite de nuestra vista. Pero es necesario que alguien
la descubra y aprecie la obra maestra. Podrán pasar a su lado cientos,
miles; algunos ni siquiera se percatarán de su existencia, otros no
encontrarán en ella nada singular.
Habrá quienes pensarán que sólo es una flor más, entre los millones de
flores que hay en este mundo. Otros, las miraran atraídos por sus
colores, pero no se detendrán a pensar, quien fue el autor de tan bella
obra.
Muchos pasarán, pero en algún momento, alguien se detendrá y comenzará a
deleitarse, como si estuviera viendo una obra de Miguel Ángel. Se
tomará todo el tiempo necesario para observarla y descubrir nuevas
sensaciones al acariciar sus pétalos. Es fácil en esta situación, que
desee tenerla en su casa, que quiera tenerla en su jardín, para poder
cuidarla, observarla y dejarse cautivar por ella.
Así también, tu vida puede ser como esa flor. Tal vez pasen cientos o
miles a tu lado sin percatarse de tus valores, de tus sentimientos, o de
tu propia existencia. Hasta que un día, descubres que Jesús, está
observando su maravillosa creación en tu persona, admirándote, queriendo
depositar todo Su amor en tu vida. En ese momento, te sentirás cómo la
flor más hermosa, apreciada y valiosa.
Si se lo permites, Él te llevará a su jardín, para cuidarte, guiarte,
bendecirte, para que cada paso que des lo hagas con firmeza y sobre un
suelo firme.
“Tú,
Dios mío, eres mi pastor; contigo nada me falta. Me haces descansar en
verdes pastos, y para calmar mi sed me llevas a tranquilas aguas. Me das
nuevas fuerzas y me guías por el mejor camino, porque así eres tú.
Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres
mi pastor y siempre estás a mi lado; me guías por el buen camino y me
llenas de confianza” Salmo 23: 1, 2, 3, 4