De
niños creemos que mamá todo lo puede, que no siente cansancio, que no
sufre... esa imagen que guardamos de ella con el tiempo no coincide con
la que vemos cuando pasan los años. Entonces descubrimos que mamá
también sufre, se cansa, está triste, no tiene fuerza, calla ocultando
el dolor...
La vemos como un héroe sobrevivir a grandes tragedias, llevarnos de la mano, esta siempre al pendiente de nosotros y mostrándonos la vida siempre del lado más bello. De niños no entendemos sus lágrimas, de adultos nos preocupan o simplemente no las comprendemos.
Así
como nosotros necesitamos tantas veces de la protección de esos brazos
fuertes, de la comprensión de nuestra parte, de una sonrisa, de un gesto
de afecto, ella también nos necesita.
Por
eso debemos detenernos y observarla, abrazarla y hacer que sienta que
estamos allí, que nos importa, que es valiosa! Y de esta forma
regresaremos a ella el más hermoso sentimiento que nos enseñó, el
sentimiento que lleva paz y tranquilidad en los momentos difíciles de la
vida, el que nos hace felices, el que minimiza el dolor, el que nos
hace luchar por nuestros sueños e ideales, pero por sobre todo, el que
nos enseña a dar sin pedir nada a cambio: EL AMOR!